Mienten

Nos han mentido, nos mentirán aún más y todo aquel que ose poner en solfa la veracidad de sus soflamas será un reaccionario radical insolidario que lo único que pretende es derrocar gobiernos. Añádanle a esto un ligero matiz golpista y constituyente y ya tenemos los ingredientes básicos para alimentar la mentira. Y esto porque, además de usar la imbecilidad de rebaño, vivimos tiempos en los que la prensa, cada vez más debilitada y sin rumbo claro, buscan en el click fácil hacer la competencia a las multiplicadoras de mentiras, las redes sociales, quienes operan con contenidos atractivos pero sin ningún rigor informativo. Hemos visto como muchos medios se aferran a  opciones políticas o ideológicas que atraigan a  incondicionales, buscando la pleitesía de quien gobierna y el desdoro de quien se atreva a cuestionar su verdad.

 

Han banalizado las consecuencias de la enfermedad. Primero dijeron que las mascarillas no eran necesarias (sería porque no había suficientes) y ahora que cada cual se pague la suya. Prometieron test masivos para todo el mundo y hoy es el día en el que seguimos sin saber si somos o no, asintomáticos; estamos en la vanguardia de la investigación médica que todo lo cura y colaboramos en una vacuna para todo el mundo, pero hemos quedado fuera del principal consorcio de países europeos que la fabricarán…. y así siguen, cada día un nuevo embuste, cada día una nueva mentira que tape la del día anterior.

 

Sacan pecho quienes con el mayor gasto sanitario por habitante y estando a la cabeza de las peores estadísticas del Estado, lo tienen todo bajo control, como les gusta decir; lástima que se cumpla la frase atribuida a Stalin quien decía que un muerto es una tragedia y veintisiete mil son una estadística; aquellos quienes se han rodeado de comités de expertos sin expertos ( sólo lameculos al servicio de la causa) nos venden ahora su nuevo vocabulario envolvente y atractivo pero vacuo de contenido y falso hasta decir basta: “nueva normalidad”, “desescalada”….Han tejido un ovillo de trolas laberínticas que se desmadeja siempre por la misma hebra: la culpa siempre la tienen los demás. Nos cuentan haber hecho lo que han podido y menos mal que estaban ellos porque de estar el adversario, qué hubiera pasado. No hay más que comparar y poner enfermos u óbitos en el tablero  de la política para echarse una vez más los muertos y sus estadísticas a la cara, como si detrás de cada porcentaje no estuviera un Pepe, una Lucía, un Ander o una Amaia, que ni a uno ni otra pudieron sus allegados consolar o  dar un final digno.  Me rebelo contra la idea de creer que hicieron lo que pudieron: tenían la información y los medios y es deshonesto usar el pretexto de que era imposible hacerlo mejor.

 

Y ahora llega la nueva mentira: que de esta salimos más fuertes. Cuando estamos en puertas de una nueva pandemia menos letal pero más virulenta, la económica, nos querrán convencer que la culpa la tienen los ricos, y si no son ricos, los empresarios, los autónomos, todos esos explotadores que han dejado tirados a millones de trabajadores. Lo envolverán en una halo de tragedia para exponerse ellos mismos como salvadores del problema que ellos mismos generaron y nosotros, imbéciles pero felices, les creeremos una vez más. Pero la felicidad es un gozo que no da de comer, ni paga hipotecas, ni siquiera nos permite irnos de vacaciones, justo justo, permitirán que la liga vuelva, y aunque sin público, la felicidad será menos, pero al fin y al cabo, felicidad. Pero tarde o temprano llegarán los problemas, y serán serios y nos pillarán otra vez con la peor calaña de políticos en el peor momento del partido; y volverán a echar la culpa al árbitro, o a Rajoy o a Colón… al que despojarán de honor, gloria e historia con tal de justificar un revisionismo absurdo que sólo servirá para tapar sus vergüenzas y alimentar nuestra idiocia. Sócrates decía que la felicidad depende de la capacidad de disfrutar cada vez de menos cosas, y nunca estuvo más equivocado desde que primamos lo material y lo emocional a lo espiritual y racional, donde buscamos fuera lo que no encontramos dentro.

 

Estoy harto de que me mientan y mucho más de que me traten como si fuera idiota. Estamos a quince días de unas nuevas elecciones y sólo les pido que participen, que no se callen,  aunque tengan que votar con las tripas o con mascarilla, no para no contagiar sino por el hedor; pero voten y elijan bien por favor: escojan al que menos mienta.

 

Esta entrada fue publicada en Dato Económico y etiquetada , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario