Hace exactamente un año escribía en esta misma página una reflexión titulada «Esperanza» en la que pedía a quienes nos dirigían lo hicieran con el tino suficiente que nos permitiera salir de una crisis que se aventuraba inminente. Como si supiese lo que iba a pasar, emplazaba a la clase política a estar a la altura de la gravedad del momento que vivía el país e interpretar la generosidad y solidaridad de la ciudadanía, y rogaba se alejasen de la feria de las vanidades en la que parecían inmersos, dirigiendo con mano firme un país asustado. Ahí están mis reflexiones, en el número de abril de 2020.
¿Hoy un año más tarde qué evidencias tenemos? Si atendemos a las palabras de nuestro Presidente pronunciadas en uno de sus múltiples y soporíferos sermones sabatinos, en este caso de exactamente el 4 de abril. «Estamos empezando a ver la luz del túnel en cuanto al control y derrota de la pandemia. Estoy convencido de vamos a ser mucho mejores, mucho más fuertes, mucho más resilientes» Cierro comillas. Cien mil muertos después, cuatro millones de parados, sectores estratégicos de este país abandonados cuando no destrozados, rebaten estrepitosamente esta afirmación. Pero tengo más. Sábado 2 de mayo «Hemos frenado la pandemia: hemos limitado en un tiempo récord la difusión del virus. Estamos en condiciones de recuperar la riqueza y el empleo en 2021 y 2022, para terminar en 2023 mejor de lo que estábamos» Una caída del PIB del 11% frente a un 6,8 % de media en Europa, aderezado con una deuda del 117% del producto interior bruto que, ascendiendo hasta los 1,3 billones con b de euros, no terminarán de pagar ni mis tataranietos, vuelven machaconamente a mostrar su impericia. Para culminar el sábado 23 de mayo indicando: » Estamos viendo la luz al final del túnel. Podemos decir que lo hemos conseguido. La gran ola de la pandemia ha sido superada. Estamos a un paso de la victoria. Hemos salido y además hemos salido más fuertes de esta situación»aderezada esta afirmación con una campaña institucional que utilizando toda la artillería mediática a su alcance, nos quería convencer de que SALIMOS MAS FUERTES.
Si han llegado hasta estas líneas, y se han quedado con que mi última fecha data de mayo, no se preocupen, que no es porque la pandemia se hubiera resuelto en esas fechas sino porque no les quiero amargar más de lo necesario esta lectura. El resto y de cómo van las cosas hoy en día, seguro que tienen cumplida información, cuando no son víctimas de sus consecuencias.
Que la clase política es mentirosa y artera es algo sabido; que no tienen escrúpulos en manipular y retorcer la realidad hasta hacerla irreconocible, es habitual, pero que la población en general y tanto Uds. como yo en particular hayamos caído en la trampa, en su trampa, no tiene perdón. Porque claro que somos víctimas de tanto mediocre incapaz que nos gobierna, pero si como dice el refrán «la primera vez que me engañes será culpa tuya; la segunda vez, será culpa mía» creo que estoy aportando hechos cuya palmaria verdad demuestran lo indolentes que hemos sido con nuestros políticos, y es aquí donde utilizo el plural mayestático, porque es importante reconocer en mi error, el error de toda la sociedad en general. Sociedad cobarde, que ha renunciado a sus principios, da igual del signo que sean; que ha hecho dejación de su obligación de crítica, porque ha permitido que otros piensen por nosotros, aunque nos hayan dejado sin juicio y sustraído los fundamentos democráticos más elementales, como aquellos que dicen que el poder está y emana del pueblo. Pues bien, ese pueblo al que pertenezco se ha dejado robar su capacidad de juicio, y por unas migajas bien económicas, bien catódicas, ha hecho dejación de su capacidad autocrítica permitiendo que la clase política más incapaz, mediocre, tactista y oportunista conocida, gobierne nuestro destino, para que cuando dejen este país, esta autonomía o esta ciudad como un solar, tengamos que volver a acudir a ellos, pidiendo que nos rescaten. Por eso, somos culpables.
A Contrapelo 